9. ¿Cómo entiendes la historia de la migración que recorre México?
En el año 1994 se privatizó Ferrocarriles Nacionales de México, y devino un enorme cambio, casi imperceptible en las ciudades. Desaparece el tren de pasajeros y lo convierten en un tren exclusivamente de carga. El tren era el medio de transporte más barato para recorrer el país. Los migrantes ya lo usaban, pero con boleto pagado. Cerraron el tren de pasajeros y ellos siguieron subiendo en los vagones de carga, como se ven en las fotos más conocidas. La migración se hizo visible. Si no hubieran privatizado, esos migrantes seguirían pasando en tren y seguramente la crisis sería de leída de otra manera.
Las comunidades por las que atravesaba el tren recorriendo el país, principalmente en el sur de México, se comenzaron a acostumbrar a la presencia de los migrantes que viajaban en los altos del tren. Años después, entre el 2003 y 2005, algunos periodistas comienzan a reportar sobre los innumerables accidentes de migrantes centroamericanos que viajan en el tren de carga de manera clandestina. Para entonces había poco interés de las empresas periodísticas, pero con alto impacto por lo dramáticas de las imágenes. Un tren diseñado para la carga de mercancías con centenares de personas viajando a la intemperie con nula protección, en un viaje con destino a Estados Unidos, sin papeles, sin visa, sin dinero, sin protección alguna de sus países de origen.
Pero esta migración en México solo representa el 10 % de la migración total al norte. El 80 % invisible, recorre México en carros, aviones, camiones, bajo un sistema de corrupción aduanal y migratorio.
Una plática que tuve con un pollero —traficante de personas—, en el año 2007, en la ciudad de Palenque, Chiapas, me explicó el pago que se hace para cruzar los retenes sin ser molestado. Se contacta con los coordinadores de zona del ejército, marina, policía federal e INM. Si en tu camino cruzas retenes de las policías municipales, es barato, pagas un cartón de cerveza; si cruzas policía estatal, ya no es un cartón, es una comida en un restaurante de la capital. Si cruzas con la policía federal, al comandante ya le toca recibir 1500 dólares. Pero si en tu camino se atraviesan retenes del ejército, el precio es un auto nuevo, para el comandante encargado. Todo este dinero va incluido en los precios que se les da al migrante para llegar al destino. Ellos eligen llegar en un día o en un mes, al país del norte.
Un tema poco atendido por el periodismo, medianamente investigado por la academia y las ONG, con mayor información, pero con poca capacidad de sistematización y análisis de los datos que dejan las mismas personas migrantes en albergues, hospitales, centros de detención del Instituto de Migración, lo que refleja la absoluta omisión de las entidades del Gobierno y de la sociedad en general sobre el problema.
10. ¿Qué significa el muro para un migrante?
Un obstáculo más que se solventará con más dinero.
Una chica que caminó en la caravana migrante del 2018, con sus tres hijos desde Honduras a Estados Unidos, me comentaba que no hay peor barrera para un migrante que el miedo, y en la medida que lo enfrentas le puedes dar un futuro mejor a tus hijos. Me preguntó si tenía hijos y que si los tenía que pensara qué cosas sería capaz de realizar con tal de darles una mejor vida, como escuela, comida caliente y un lugar para dormir en paz.
El muro puede existir, pero podrá ser evadido por la población migrante en la medida en que las autoridades son corruptas.
11. Hablemos de tu documental La cocina de las Patronas. ¿Cómo nació la idea?
Llevaba cerca de dos años haciendo el recorrido con los migrantes en albergues, caminando con ellos por las vías del tren. Hacía visitas a las fronteras, un viaje al norte, otro al sur. Me subía al tren en acciones a veces un poco temerarias, siempre buscando una foto, una acción que le diera un giro a la historia que quería contar.
Aunque había logrado que el periódico para el que trabajaba aprobara dos de mis coberturas en frontera, tiempo después les dejó de interesar la historia. Solo querían que les mandara material para ilustrar notas sobre pobreza o estudios temáticos de la ONU, o para notas de negocios donde se hablaba de oportunidades para países pobres.
Un viernes, en marzo del 2006, salí con un grupo aproximado de 300 migrantes de la estación del tren en Tierra Blanca, Veracruz. El recorrido en aquellos años hasta Orizaba era de cerca de seis horas. Salimos en el tren a las 8 a. m., y a las 11:30, más menos, la gente se cubría con cartones, para protegerse del sol. Ese día ocurrió lo que ya no esperaba. Al tren aún no se le nombraba ‘Bestia’, como años después le empezaron a decir. Pasando por una comunidad, sin tener claridad del lugar, empecé a escuchar los gritos de gracias, y mucha gente se comenzó a colgar de los vagones. Fue muy rápido, nuevamente no pude hacer una sola foto. Quedé impactado, conmovido.
Quince minutos después el tren bajó la velocidad y me quedé en una población llamada Córdoba e inicié el retorno por toda la vía buscando esa población, en donde un grupo numeroso de mujeres aventaba comida al paso del tren. Y la historia que quería contar la encontré. Todo el trabajo anterior en los albergues, en las vías, en las fronteras tomaba un sentido.
Era el año 2007 y una etapa de la violencia se estaba acrecentando en México. El número de desaparecidos migrantes era cada vez mayor, recorrer el tren o las vías se ponía cada vez más peligroso. Muchos de los polleros que llegué a conocer y que me daban información dejaron de llamarme y jamás los volví a ver. Las historias de los asaltos en los trenes eran más y más cercanas y las notas de los periódicos locales seguían teñidas de amarillismo policíaco en torno a los migrantes. Los medios más grandes seguían las historias del poder en México tras unas elecciones muy polémicas.
El recorrido por las poblaciones por donde pasan las vías del tren siempre han representado un tema de inseguridad. En casas de migrantes o lugares de atención, en mayor o menor grado existen riesgos y no faltan traficantes y vendedores de drogas, además de los operativos de detención. Pero la acción de estas mujeres me sedujo por el solo hecho de que ellas estaban en las vías del tren, en medio de condiciones de violencia en las que se enfrentaban el Gobierno y las bandas del crimen organizado, que las había por todas partes.
Regresé a ese lugar donde ellas estaban, supe el nombre del pueblo y encontré una docena de familias que preparaban comida para regalarles a los migrantes que viajaban en el tren; y conocí que la labor la encabezaban mujeres.
12. ¿Quiénes son ‘las Patronas’?
Son un grupo de mujeres campesinas, madres y amas de casa que viven en una zona medianamente marginal para esos años. Mujeres religiosas, comprometidas con la familia, esposas responsables que viven bajo un patriarcado muy tradicional marcado además por problemas de falta de educación y alcoholismo en la comunidad.
A través de los años y con la llegada de los medios de comunicación, de estudiantes, de distintas religiones, ONG, Gobierno y por supuesto partidos políticos, ellas comenzaron a cambiar, ¿cómo?, hicieron suyas las demandas por el respeto de los derechos de los migrantes. Se empoderaron al verse cara a cara y hablar con esas ‘moscas’, que lo dejan de ser y ellas les empiezan a llamar ‘hermano migrante’. Iniciaron su labor el 14 de febrero de 1995.
Llevaban 10 años dando de comer de manera ininterrumpida, sin reflectores, sin medios de comunicación, sin ayuda de ninguna especie. Supe de ellas casi un año antes, pero eran vagas referencias. Buscarlas resultó difícil, pues existían como un mito. Alguna vez pregunté a migrantes en la zona de Lechería sí recibieron comida cuando pasaron por Veracruz, y la respuesta fue negativa.
13. ¿Por qué decidirse por un documental?
Decidí redireccionar el trabajo. Lo importante es encontrar la forma narrativa y el dispositivo que te ayude. Las visitas fueron frecuentes, de hecho viajaba todos los jueves por la noche a donde ‘las Patronas’ y regresaba a Ciudad de México todos los domingos, durante casi seis meses. Las empecé a conocer una a una y comenzaron las largas pláticas de dos y tres horas con doña Leonila.
Siempre acostumbro a escribir durante las noches todo lo que observo y escucho durante el reporteo. Las libretas y la memoria fueron insuficientes, compré una grabadora de audio y después una cámara de video. Meses después sabía que tenía que hacer algo más, pero necesitaba información técnica. Y aparecieron las historias detrás de ellas, muy distintas a los temas migratorios. Vinieron cambios profundos y muchas de las mujeres que participaron abandonaron el trabajo por presiones de los esposos.
Antes que nada eran madres y esposas con obligaciones dictadas por el matrimonio. Comencé a mirar cómo cambiaban con el tiempo, del discurso de caridad pasó al de los derechos de las personas y luego al de la justicia. Ellas tenían miedo en un principio por no saber ciertas leyes, y como habían trabajado mucho tiempo con migrantes, habían recibido cientos de amenazas por parte de la policía municipal. Las amenazaban con arrestarlas por ayudar a migrantes. Preguntaron sobre el tema migratorio, sobre leyes, sobre Centroamérica. Eso me llevó a quedarme y contar su mundo al que me habían permitido entrar.
14. ¿Cuándo se piensa en un documental, qué es lo primero que decides?
Entablar la confianza necesaria. La confianza y la honestidad de cómo uno se aproxima es primordial. Conozco un grupo de universitarios que realizaron un primer documental sobre la situación del centroamericano en México, establecí una relación cercana con quien fuera guionista de este documental, Iliana Martínez y conversamos largas horas sobre migración, derechos humanos, sobre las maras, política y ser mujer en México, al final ella es la productora del documental La cocina de las Patronas. La historia no contada en los trabajos sobre la migración es justo sobre la solidaridad de la gente. Las mujeres describieron en su trabajo con migrantes que ellas también eran personas con derechos y estos se les había negado desde la familia. Inició un proceso de reeducación dentro del grupo y la historia la teníamos que contar.