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CAP 4

Por José Guarnizo
Colombia no había terminado de firmar el proceso de paz con las Farc cuando sus campos y ciudades se convirtieron en escenario de una de las migraciones más numerosas de los últimos tiempos en el mundo ¿Tiene esta historia algo que ver con la forma en que se ha hecho periodismo en el país?
Miles de cámaras y de periodistas estuvieron ahí durante una tarde de julio del año 2017 para registrar el momento en que los guerrilleros entregaron la última de las armas con las que habían combatido al Estado durante más 60 años.

Era un momento histórico, por supuesto. Sin embargo, mientras los vientos de paz en Colombia se mecían en medio de algunas voces escépticas y otras más esperanzadoras, por las fronteras comenzaba a sentirse el estruendo de una migración que no se veía venir. O más bien, una que ya había comenzado hacía años, pero a la que pocos le estaban prestando gran atención.

La mayoría de medios de comunicación se dedicaron a informar sobre lo que parecía ser el fin del conflicto armado en un país que se había encerrado en su propio drama con sus 5 millones de víctimas a cuestas. Y mientras tanto, migrantes cubanos, africanos y asiáticos avanzaban por la frontera con Panamá, al mismo tiempo que, desde la parte venezolana, el contador de ciudadanos extranjeros que entraban batía todos los récords.

La llegada de venezolanos a Colombia aumentó un 110 % en el 2017 respecto al año anterior. Unos 35 000 ciudadanos del país hermano entraron cada mes con sus propias historias de desarraigo. Pero el foco estaba en el conflicto. «Esto es como una tragedia histórica que empezó a inicios del 2017, exactamente en el momento en el que este país quería implementar el posconflicto. Es un choque grandísimo entre dos países que están pasando por dos momentos muy distintos», dijo en su momento a la revista Semana Christoph Harnisch, director del Comité Internacional de la Cruz Roja Internacional (CICR) en Colombia.

Y si bien la prensa se ocupó de algunas historias, en la realidad cotidiana colombianos y venezolanos comenzaron a verse a los ojos sin que necesariamente hubiese micrófonos o cámaras para registrarlo. Dos mundos tan diferentes y tan cercanos, tan parecidos y tan aparentemente contrarios se toparon en los andenes, en las farmacias, en las peluquerías, en Transmilenio, en el metro de Medellín. Venezuela y Colombia nunca antes se habían encontrado tan de frente en un mismo espacio geográfico.

Y si el país no estaba preparado para una migración de semejantes dimensiones, tampoco lo estaba el periodismo. Esta prensa que cubrió la guerra rural —en unos casos a medias y desde las grandes ciudades— se vio confrontada de un momento a otro con una realidad que desde hacía décadas se estaba desatando en todo el mundo. Los refugiados que habían salido de África y de algunos países árabes como Siria, Afganistán y Libia se contaban por millones y los medios de comunicación en los países receptores debieron hacerse cargo. ¿Pasó lo mismo en Colombia?

Entre tropiezos, malas prácticas, trabajos bien investigados, titulares acertados y otros estigmatizantes, la prensa colombiana ha venido dando cuenta de un proceso migratorio que para junio del 2019 registraba 1 408 055 venezolanos en Colombia. El país cambió —y tal vez para siempre— en un abrir y cerrar de ojos.

Más allá de insinuar lo que está bien o mal en el periodismo, este capítulo quiere aportar reflexiones y premisas que puedan ser útiles a las salas de redacción para cubrir la migración. No se trata de un listado de normas o mandamientos para esculpir en piedra, pues en este oficio los decálogos siempre se quedan cortos ante la particularidad de cada historia. Tampoco es este un tratado para negar o minimizar los impactos de la migración.

Este apartado es más bien una caja de herramientas que puede ayudar a mejorar las prácticas periodísticas a la hora de abordar una historia de migración. El propósito fundamental es contribuir con un grano de arena a la responsabilidad de informar sobre un proceso que les compete no solo al Estado y a los periodistas, sino a la humanidad entera. 

PUNTOS PARA TENER EN CUENTA A LA HORA DE INVESTIGAR Y PUBLICAR UNA HISTORIA DE MIGRACIÓN
Se entiende como contexto todo aquello que está por fuera de la propia experiencia del periodista. Es una especie de sustrato de la realidad social, política y cultural que está detrás de los hechos y de los personajes que entran a hacer parte de una historia. Así el contexto no esté mencionado explícitamente en el relato periodístico, este es necesario para establecer el punto de vista desde el cual se escribe una pieza informativa, narrativa o de análisis. En cuanto a la migración conviene partir de unos cuantos presupuestos:

1. Como en las historias del conflicto, en la migración es necesario entender de derechos

Por básico que parezca es preciso decir que un migrante antes que ser venezolano, colombiano, ecuatoriano o panameño, es un ser humano. Es la condición más importante. Y a veces pareciera que el lugar de origen fuera lo único que definiera a alguien que migra a otro país. En ese orden, todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos independientemente del país en que se encuentren. Es importante aquí decir que los migrantes irregulares o indocumentados tienen los mismos derechos humanos que cualquier otra persona, incluyendo a los ciudadanos nacionales del país a los que estos llegan.

Resultaría absurdo e inaceptable pasar por alto la historia de un migrante al que se le está violando algún derecho solo por considerar que es más urgente pensar en los ciudadanos locales. Un caso no excluye al otro. El periodismo es a veces un puente entre el Estado y los ciudadanos para vigilar que a las personas, independientemente de su nacionalidad, se les garanticen los derechos. Las luces que un periodista pueda encender en ese tipo de oscuridades hace que la audiencia tome conciencia sobre lo que no está funcionando bien en un país y más si de por medio está la vida de alguien. El periodismo puede ser todo menos indiferente e insensible.

Las Naciones Unidas y la Organización Internacional del Trabajo (1972) han dejado plasmado en varios documentos este asunto. Para estos organismos, de los cuales también hace parte Colombia, se trata de una cuestión de derecho y moralidad. «La mayoría de las leyes y constituciones nacionales no limitan su reconocimiento de los derechos humanos únicamente a los ciudadanos o nacionales, y aceptan que estos derechos son aplicables a toda persona físicamente presente en el territorio del Estado o sujeta a su jurisdicción».

Es importante también considerar dentro del contexto que rodea a una noticia o historia sobre migración que «las restricciones en los derechos que el derecho internacional otorga a los migrantes y sus familiares —como el derecho a la residencia y a la participación política en el país de destino— no hay restricciones en lo que se refiere a sus derechos humanos». Con esto Naciones Unidas (1948) se refiere al derecho a la vida, el derecho a la libertad de la esclavitud, libertad del trabajo forzoso u obligatorio y la tortura, el derecho a la libertad y a la seguridad de la persona, y los derechos humanos a la educación, la salud y la identidad cultural. «Los tratados fundamentales de derechos humanos protegen estos derechos, y prácticamente todos los países han ratificado alguno de ellos», se lee en incontables documentos publicados por estos organismos.

2. Antes de juzgar, piense en que los colombianos hemos sido migrantes

Hubo un momento en la historia reciente en que los colombianos aportaban el mayor número de migrantes en América. Como lo reseñan varias investigaciones de la Universidad del Rosario (en prensa) basadas en cifras oficiales y compiladas en artículos, la migración de colombianos en el exterior ha sido una expresión trágica de la violencia interna. Y también de sucesivas crisis económicas.

Durante más de cuatro décadas, Venezuela fue el país en el mundo que más acogió colombianos que iban en busca de un porvenir o que huían de la violencia. Eso no lo podemos olvidar. Caracas, ciudad a la que llamaban la ‘Dubái latinoamericana’ por su floreciente prosperidad petrolera, resultaba atractiva para cientos de miles de estos migrantes.

Nosotros fuimos quienes llegamos primero a sus tierras buscando un empleo y una oportunidad. Hacia 1970 había 177 973 colombianos en Venezuela, mientras que en Estados Unidos el número era de 63 538. La tendencia durante los años siguientes se mantuvo. Se calcula que para el año 2000 los colombianos en el vecino país llegaban a 608 691, en tanto que en Estados Unidos apenas pasaban del medio millón. Esto coincide con años muy difíciles para Colombia en cuanto a violación de derechos humanos y desplazamiento forzado interno.

¿Por qué es importante reconocerlo a la hora de abordar una historia? Porque muchos de los venezolanos que han entrado al país, en medio del reciente fenómeno migratorio, son esos mismos colombianos que algún día partieron de esta tierra. Migración Colombia estima que han regresado de Venezuela unos 400 000 colombianos o hijos de colombianos nacidos allá. Aunque somos pueblos distintos muchas veces nos hemos fusionado y tenemos más rasgos en común de lo que podríamos ver a simple vista.

3. ¿Puede el periodista ponerse en los zapatos de un migrante? Sepa que lo que más caracteriza a un migrante es la vulnerabilidad

¿Qué significa el viaje para un migrante? En la mayoría de los casos significa el único chance para sobrevivir en medio de una aventura incierta, que puede desembocar en una amenaza a la integridad y a la vida. Migrar significa además dejarlo todo, significa caminar hacia ‘castillos en el aire’ por no saber qué hay más allá de la frontera. Migrar significa pensar más en futuro que en presente, es desarraigarse, es hacer una maleta con cepillo de dientes y un par de fotos; es, como decía el periodista Alberto Aguirre, «ver el mundo con rejas porque el único lugar libre es donde no se puede estar».

Y en este aspecto no importa si se es africano, árabe o latinoamericano. Independientemente de la nacionalidad o del contexto, un rasgo común que se repite en personas que migran es el miedo que produce no tener un lugar en el mapa, un sitio adonde ir o volver. En el migrante se juntan la incertidumbre del espacio y del tiempo y eso trunca la expectativa de cualquier proyecto de vida. Al menos momentáneamente.

Dicha vulnerabilidad se hace más preocupante en niños, mujeres embarazadas, enfermos que requieren medicamentos o tratamientos, y personas de la tercera edad. En suma, el migrante suele cargar miedos ante lo desconocido. Hay dos razones por las cuales es importante que un periodista sepa que algunos de estos rasgos pueden estar presentes en los relatos de migrantes.

Primero: el periodismo está cimentado en el derecho a la información de los ciudadanos. En ese orden, no solo se trata de informar sobre los fenómenos migratorios, sino que hay que poner el periodismo a disposición de la población migrante como una herramienta de servicio. Los medios de comunicación pueden aprovechar todos los canales con los que cuentan (redes sociales, plataformas digitales, impresas y sonoras) para orientar, explicar, ayudarle a entender a un migrante los procesos ante el Estado receptor, entre otros.

Este tipo de información útil es inherente a la función de los medios. Gumersindo Lafuente, exdirector adjunto de El País de Madrid, solía decir que los periódicos —los medios en general— deberían ser objetos que sirvan para que los lectores tomen mejores decisiones para sus vidas.

Segundo: si la migración conlleva algún estado de vulnerabilidad el periodismo no puede de ningún modo agravar esa situación. Conviene tener cierta sensibilidad para no exponer aún más a un migrante con información dañina que no corresponda a hechos verificados y que lesione el goce de sus derechos.
4. Si migrar no es un delito,  ¿por qué presentar a un migrante como delincuente?

Hay que partir de una base y es que la migración no es ilegal. No se puede hablar en los relatos periodísticos de migrantes ilegales. Cuando se viaja sin papeles la migración se convierte, a lo sumo, en una informalidad administrativa que, en todo caso, es subsanable. Muchas veces la policía local emite boletines de prensa en los que presenta a extranjeros como delincuentes solo por no llevar documentos.

En estos casos el periodismo —lo decía Gabriel García Márquez— no puede volverse rehén de la fuente oficial. En ese orden de ideas el periodista no debe limitarse a reproducir discursos de las autoridades si estas son erróneas. La independencia periodística también se ejerce cuando un periodista se desmarca del lenguaje que usan las fuentes estatales, sobre todo aquellos mensajes que reducen la realidad a mostrar resultados institucionales sin ninguna contrastación.

Hay que saber, por el contrario, que el migrante puede tener una condición irregular —mas no ilegal— si no oficializa su ingreso o permanencia en el país a través de las autoridades migratorias.

No portar documentos en regla no es sinónimo de andar en actividades delictivas. Hay muchas razones por las cuales migrantes ingresan al país sin pasaportes o documentos que los identifique plenamente, como lo esboza el Banco Mundial (2018) en Migración desde Venezuela a Colombia: impactos y estrategia de respuesta en el corto y mediano plazo. 
La condición de irregularidad respondería en parte a limitaciones en la expedición de documentación en Venezuela, así como al costo de obtenerla. La población venezolana reporta restricciones para adquirir los documentos de identidad necesarios para entrar de formar regular (o regularizar su estatus migratorio una vez en Colombia a través de instrumentos como el Permiso Especial de Permanencia), como registros de nacimiento apostillados y pasaportes. Dichas restricciones incluirían la no expedición de los documentos mencionados por parte del Gobierno venezolano, su costo de obtención o el vencimiento, robo o pérdida de los documentos en el proceso migratorio. La falta de documentos afecta la integración laboral de los migrantes, su acceso a servicios sociales y el proceso de tránsito para quienes tienen intención de migrar a países diferentes a Colombia, obligándolos a permanecer en el país.
5. No titule ni escriba dando a entender que los migrantes son una amenaza porque no lo son

Expresiones como ‘hordas de migrantes’, ‘olas de migrantes’, ‘flujos incontrolables’, ‘éxodo masivo’ son frecuentemente usadas por la prensa en el mundo para retratar episodios de migración en los que se presentan emergencias humanitarias complejas. Estas metáforas hacen ver a los migrantes como amenazas a la tranquilidad, a lo establecido, a la estabilidad. «Lo que importa no es solo lo que escriben los periodistas en relación con la migración, sino también la forma en que escriben sobre eso. A menudo podemos encontrar una diferenciación (en las piezas periodísticas) entre ‘nosotros’ y ‘ellos’ como los extranjeros que llegan a tomar nuestros trabajos», advierte el Manual para profesores de periodismo: cómo escribir sobre migración (Freidingerová y Žižková, 2014), escrito en República Checa. Esos discursos son peligrosos, señala el mismo documento, porque conduce a una mayor segregación en lugar de generar lazos para una integración de la sociedad.

En Colombia, como en muchos países de América Latina, existe la falsa creencia de que la migración socava el progreso de un país. Está comprobado que a mediano y largo plazo la migración puede potenciar la economía. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) la migración propicia el crecimiento potencial. Sin embargo, esto requiere continuar con las políticas de integración que ayuden a absorber a los migrantes en el mercado de trabajo, así como inversiones en los sistemas de educación y salud.

Según el DANE, el PIB de Colombia podría aumentar entre 0,5 y 0,7 puntos porcentuales adicionales para 2021 si migran 1 millón de venezolanos. Y entre 0,5 y 0,9 si migran 2 millones.

Hacia agosto del 2019, en Bucaramanga, una de las ciudades que más ha acogido migrantes por estar en la ruta que viene de la frontera, aparecieron panfletos con amenazas dirigidas a quienes contraten a venezolanos. Aunque Migración Colombia condenó el hecho, en el ambiente quedó un sinsabor por el rechazo evidente a los venezolanos que a diario llegan a esa ciudad, muchas veces de paso en medio de su periplo. Los periodistas tienen el poder de intentar cambiar ese tipo de percepciones negativas que, en todo caso, se siguen presentando en toda América Latina.

6. Un migrante puede estar siendo víctima de delitos graves que el periodismo está en obligación de investigar

DESAPARICIÓN FORZADA:

Huir de un país implica también exponerse a las amenazas del camino. A su paso por Colombia, migrantes venezolanos, cubanos, haitianos, y de varios países de África y Asia han sido asesinados, desaparecidos o han muerto en el trayecto por no haber tenido un auxilio en lugares de complejo acceso. A nivel de cubrimiento periodístico este fenómeno se ha convertido en un tabú y poco se ha explorado en los medios de comunicación en Colombia.

Sin embargo se ha podido detectar en zonas de frontera con Venezuela, Panamá, Perú, Ecuador y Brasil, trayectos que podrían llamarse ‘rutas de la muerte’. Con esto nos referimos a violaciones de los derechos humanos de los migrantes, como desapariciones, desapariciones forzadas, asesinatos y muertes en medio de circunstancias adversas. En algunos casos los cuerpos han sido enterrados como N N por la imposibilidad de poder contactar a las familias. El nivel de investigación por parte de la Fiscalía colombiana de estos hechos es precario y no ha constituido una prioridad.
Fotografía tomada por José Guarnizo en el año 2018, en un sitio del páramo conocido como La Laguna.
Miles de migrantes venezolanos cruzan a pie todos los días el Páramo de Berlín (departamento de Santander), un trayecto montañoso entre Cúcuta y Bucaramanga y que tiene alturas hasta de 3.200 metros sobre el nivel del mar. El paso, que dura ocho días, lo hacen en condiciones precarias. Este joven de 19 años migró solo y caminando buscando un futuro en Colombia. 
La importancia de poner los ojos en esta coyuntura es enorme si se tiene en cuenta que de la población migrante no existen datos precisos que den cuenta de los desaparecidos. Y Colombia es la primera puerta de flujo migratorio irregular. Y no solo de venezolanos. También es el eje obligado para cubanos, africanos y asiáticos que se avientan a un infame viaje hacia Centroamérica intentando llegar a Estados Unidos.

Una organización no gubernamental en Cúcuta, por ejemplo, tiene documentados 90 casos de desapariciones forzadas de ciudadanos venezolanos en la frontera, de los cuales al menos la mitad se dieron cuando las víctimas estaban migrando. Hay víctimas que fueron enterradas como N N en Cúcuta, otros fueron inhumados de manera irregular en algunas trochas y de otros más no se volvió a saber nunca. En este apartado es mucho lo que puede aportar el periodismo para ayudar a esclarecer estas historias.

Vale decir que en los 2219 kilómetros de frontera que comparte Colombia con Venezuela operan 14 organizaciones armadas. Todos ellos han aprovechado a los migrantes como un negocio y para ello han tenido como espacio geográfico de impunidad las trochas. Además de desapariciones forzadas, también hay casos de reclutamientos y asesinatos.

TRÁFICO DE MIGRANTES Y TRATA DE PERSONAS, DOS DELITOS DISTINTOS:

Para la delincuencia organizada, los migrantes son un jugoso y perverso negocio. La trata de personas y el tráfico de migrantes se ubican como la tercera actividad ilegal que más réditos deja en el mundo luego del tráfico de armas y de cocaína. La trata se refiere a la explotación y sometimiento de personas bien sea sexual, laboral o económicamente. El tráfico de migrantes se configura, en cambio, cuando hay lucro por transportar —que es otro modo de sometimiento— personas que huyen de un país y que se encuentran en estado de vulnerabilidad.

En Colombia, los actores armados actúan como mafias que se lucran de la necesidad y la indefensión. En Urabá, Antioquia —solo por citar un ejemplo—, el ‘clan del Golfo’ controla el paso de migrantes hacia Panamá y obtiene millonarias ganancias con ello. Dice la Organización Internacional para las Migraciones (OIM. s.f.) que la trata de personas es un delito que se caracteriza por el traslado al interior o fuera del país de una persona con fines explotación que puede ser sexual, laboral, mendicidad ajena, matrimonio servil, entre otros, sin importar el género, edad o lugar de origen de las potenciales víctimas.

Para rastrear este tipo de historias hay que tener en cuenta que en el tráfico de migrantes entran en juego muchos actores a lo largo y ancho del planeta. Se puede comenzar por seguir la pista de personas capturadas por este delito. En las audiencias públicas, la Fiscalía está en la obligación de destapar las pruebas que llevaron a dicha aprehensión y allí se abre un punto de partida para el periodista. No está en ese escenario la historia completa. Es solo el comienzo.

Un reportaje que vaya al fondo del asunto se puede ir tejiendo tras acudir laboriosamente a todas las fuentes posibles: migrantes —se debe proteger su identidad para no ponerlos en peligro—, autoridades locales y extranjeras, organismos internacionales, oenegés que trabajen en voluntariado, testigos y reportería en campo. El tráfico de migrantes es de esos temas del periodismo que solo pueden tomar forma si se unen las piezas de un enorme rompecabezas, entre otras, porque se trata de un delito trasnacional.

Hay que tener en cuenta que, en muchos casos, las autoridades también están involucradas en el negocio ilegal. Cuando un policía le cobra a un migrante por dejarlo seguir su camino, se convierte en uno de los delincuentes en la cadena del delito.

7. Tenga en cuenta que los migrantes deben cumplir normas como cualquier ciudadano

A la hora de abordar el cubrimiento periodístico resulta importante saber que los migrantes también tienen unos deberes para con el lugar al que llegan. Todo migrante en el exterior deberá respetar y observar la ley y las normas locales, reza en los decálogos de la Cancillería Colombiana (s.f.) dirigidos a las personas que se encuentran en tránsito por el país o que han decidido quedarse. 
Cualquier acción en contra de las mismas será sancionable, recuerde que usted está bajo la jurisdicción de las leyes locales del país donde se encuentre. Cada país tiene sus normas y costumbres propias, por lo que las mismas varían. En consecuencia, el tratamiento de las infracciones a la ley en cada país es diferente. Usted deberá inscribirse en el Consulado, la asistencia consular se basa en el hecho de que usted sea visible para el Estado.
8. ¿Cada vez que algún nacional comete un delito, titularía usando la palabra colombiano?

Internet está plagado de ejemplos de medios de comunicación que suelen titular mencionando la nacionalidad de una persona que comete un delito si es extranjero. ¿Es esto válido? ¿Por qué si un venezolano comete un delito no conviene especificar su nacionalidad? ¿No publicar la nacionalidad es mentir? Este es un debate ético trascendental al momento de abordar este tipo de temáticas.

En cuestiones de ética, decía Kant, uno es el legislador de sí mismo. Y por ende el periodista, desde la individualidad, es quien debe plantearse qué camino tomar. El maestro Javier Darío Restrepo ha dicho que cuando se plantea un dilema ético «lo más común es la pretensión de que los resuelva una norma que enmarque o excluya lo hecho como si se tratara de un asunto legal que se resuelve con la aplicación de una ley». Y agrega Javier Darío que en la ética no existe una instancia externa, sino que se trata de una decisión personal.

¿Cómo dirimir el dilema entonces? En el concepto de lo justo podría estar la respuesta. El 99 % de los delitos en el país los cometen colombianos. ¿Es justo entonces mencionar la nacionalidad de un extranjero cuando lo comete? Si no existe una incidencia significativa en el número de delitos que los extranjeros cometen en Colombia mencionar su lugar de origen lo que hace es generar una percepción que no es proporcional y por tanto injusta. Esto lo que hace es estigmatizar a una población que de por sí ya es vulnerable. Si en una sala de redacción hay vía libre para titular «venezolano roba un banco», debería también dejar la puerta para poner como encabezado «colombiano roba un banco» cada vez que eso ocurra. ¿No es absurdo? Claro que lo es.

Ahora bien, pese a que existe en el imaginario colectivo que la migración venezolana ha lesionado la seguridad ciudadana en Colombia, un estudio de la Fundación Ideas para la paz (2018) demuestra todo lo contrario. El análisis de las cifras sobre los flujos migratorios, los delitos y la actividad operativa del sistema penal —dice el análisis— indica que las condiciones de seguridad no se han visto afectadas por los migrantes venezolanos. 

Los resultados sugieren que la población venezolana se ha insertado en las dinámicas colombianas comportándose como el grueso de la población, lo que significa que no existe una diferencia entre los ciudadanos colombianos y venezolanos con respecto a su vinculación en actividades delictivas o como víctimas de estas. De este modo, no es necesario tomar medidas de control y prevención sobre la población venezolana para disminuir los índices delictivos del país, sino desarrollar una política de seguridad ciudadana integral que, además de reducir el crimen, genere una disminución en la participación de los migrantes venezolanos en actividades delictivas.
9. Un periodista debería saber que un migrante tiene derecho a no ser devuelto

En reporterías en terreno era muy común hace algunos años ver cómo las autoridades, como la policía, retenían a migrantes sin documentos y los devolvían al país por el que habían ingresado. Los montaban en buses y los dejaban en la frontera. ¿Qué ocurría? Que los migrantes lo volvían a intentar pues regresar a sus países, para muchos, significaba la pena de muerte, ver sufrir hambre a sus hijos, no poder realizar un proyecto de vida, ser acusado de traición, entre otros.

Estas prácticas ejercidas por la policía o por las autoridades migratorias en el pasado eran arbitrarias e iban en contra del principio de no devolución, como lo recuerda Mónica Angarita, asesora jurídica del CICR (2018) en Colombia.
Con el propósito de proteger a los migrantes o refugiados de las repatriaciones a lugares donde sus derechos fundamentales corren peligro, los Estados elaboraron el principio de no devolución. Ese principio, reflejado en diferentes instrumentos de derecho internacional, protege a toda persona de ser trasladada —repatriada, expulsada, extraditada o cualquiera sea el término utilizado— por parte de una autoridad a otra autoridad en los casos en que existan razones fundadas para creer que ciertos derechos fundamentales de las personas podrían verse vulnerados.
Este principio, agrega el CICR, tiene múltiples aristas, y su alcance y aplicación varían según el contexto de conformidad con el derecho aplicable.

10. Es un hecho que la migración venezolana continuará, ¿cómo renovar la agenda de temas?

Una encuesta realizada a migrantes por parte del Observatorio del Proyecto de Migración Venezuela de la revista Semana halló datos que indican que la llegada de ciudadanos del vecino país continuará y aumentará. Pero, además, muchos de ellos se quedarán. El 37 % de los consultados en cinco ciudades no piensa regresar a Venezuela.

Esto supone un enorme reto por parte de los editores y periodistas para renovar la agenda de temas que vayan dando cuenta del fenómeno. Para ellos resultaría útil tener en cuenta estas premisas:

LAS NOTICIAS EN CALIENTE Y LOS GRANDES REPORTAJES:

Una redacción por grande o pequeña que sea suele trabajar a dos ritmos distintos. Por un lado están las noticias en caliente y, por otro, los trabajos a profundidad necesarios para la búsqueda de la verdad en procesos complejos. Los primeros informan, le dan a la audiencia pistas necesarias para saber qué está ocurriendo en su país o en su comunidad en medio de la inmediatez. Los segundos están para entender momentos históricos con la perspectiva que dan los hallazgos depurados y construidos con tiempo y obstinación o para ver los matices distintos que tiene la realidad o para comprender a los personajes en sus contextos, entre otros propósitos.

Para las primeras es preciso saber que una noticia en caliente no es sinónimo de falta de precisión. Un texto publicado en desarrollo, así sea de una línea, debe reunir todas las características de rigurosidad, contrastación de fuentes y principios éticos que funcionan como pilares del periodismo.

A la hora de cubrir noticias de carácter inmediato es importante contar con unas nociones básicas de contexto para evitar a toda costa la desinformación.
Durante el encuentro Panas Colombia, organizado por Casa Editorial El Tiempo, el 26 de julio del 2019, Wilson Patiño, director regional de Migración Colombia Antioquia, señaló:
“Un texto publicado en desarrollo, así sea de una línea, debe reunir todas las características de rigurosidad, contrastación de fuentes y principios éticos que funcionan como pilares del periodismo”.
▪️ Migración pendular: son aquellos migrantes que entran a Colombia y salen nuevamente hacia Venezuela a lo largo de 2219 kilómetros de frontera. Migración Colombia calcula que unos 35 000 ciudadanos del vecino país entran todos los días a territorio colombiano, de los cuales 2000 no regresan. La autoridad fronteriza tramita para ellos un documento que se llama Tarjeta de movilidad fronteriza.

▪️Migrantes por tránsito: en este grupo están todos aquellos migrantes que tienen intenciones de avanzar hacia otros países de Latinoamérica. Muchos de estos venezolanos —que se calculaban hacia junio del 2019 en 970 000— pasan por Colombia en condiciones precarias. Para ellos, Migración expide una Tarjeta de tránsito temporal.

▪️Migración con vocación de permanencia: Migración Colombia ha expedido permisos especiales de permanencia a 1 400 800 venezolanos que han elegido a Colombia como un lugar en el que aspiran a buscar un trabajo o emprender un proyecto de vida en familia. 
▪️ Migración de retorno: son colombianos que migraron a Venezuela a lo largo de más de 40 años. De este grupo hacen parte los hijos de estas personas que, pese a haber nacido allá, tienen derecho a la nacionalidad.

▪️ ¿Migrantes o refugiados? ¿Cómo llamarlos?: suelen existir muchas dudas sobre qué término usar para referirse a una persona que decide o se ve obligada a dejar su país. ¿En qué categoría pueden entrar los venezolanos? Hay básicamente dos vertientes. La de la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) y la de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

Para la Acnur la mayoría de venezolanos que han llegado a Colombia deberían llamarse refugiados. Los refugiados son personas que huyen de conflictos armados, persecución o lugares donde peligran o son amenazados sus derechos humanos y adonde no pueden regresar. Para esta agencia, la falta mínima de alimentos para sobrevivir atenta contra los derechos humanos de estas personas y no es viable un retorno en el corto plazo. Uno de los principios fundamentales establecidos en el derecho internacional es que los refugiados no deben ser expulsados o devueltos a las situaciones en las que sus vidas y su libertad puedan verse amenazadas.

El enfoque de la OIM es distinto. Para ellos el grueso de los venezolanos que transitan o llegan a Colombia suelen ser mencionados como migrantes forzados por razones económicas. Esta definición no les quita ningún derecho ni le resta gravedad a este tipo de movilidad humana.

El concepto de migración forzada se utiliza para describir un movimiento de personas en el que se observa la coacción, incluyendo la amenaza a la vida y su subsistencia, bien sea por causas naturales o humanas. (Por ejemplo, movimientos de refugiados y de desplazados internos, así como personas desplazadas por desastres naturales o ambientales, desastres nucleares o químicos, hambruna o proyectos de desarrollo). OIM, s.f.
▪️ La crónica como una de las formas más poderosas de narrar la vida de un migrante: las vidas de las personas suelen ser menos planas de lo que usualmente se cree. Bastaría acercarse lo suficiente como para saber que detrás de un ser humano aparentemente común y silvestre hay una historia con nudos, conflictos, desenlaces y finales. La crónica es un género narrativo del periodismo que permite poner en escena a los personajes para entender sus vidas como si fuera una película. No es gratuito que Gay Talese (2013), uno de los mejores cronistas que ha pasado por el New York Times, diga: «Percibo visualmente lo que voy a escribir: veo escenarios, personajes, grupos de personajes, como en una película de Fellini».

Escribir a través de escenas es una de las formas más contundentes para hacer que el lector realmente vea, escuche, huela y sienta lo que está leyendo. A través de la crónica es posible dejar de ver el mundo en blanco y negro para fijarse más en detalles, atmósferas, gestos y hechos que, en un informe periodístico o una investigación cuantitativa convencional, jamás podrían advertirse. Es por eso que la crónica tiene todo para aportar en la comprensión de un fenómeno migratorio como el que nos ocupa. Solo así el lector podrá sumergirse en el mundo de cada uno de los territorios de tránsito y de sus personajes, como si estuviese leyendo una novela sin ficción o un gran relato apasionante.

11. Que una historia ya se haya contado no quiere decir que esté totalmente explorada:

El periodismo es en esencia un oficio creativo. Elegir ángulos o puntos de vista para las historias es un ejercicio diario y requiere siempre de un grado de innovación. Sin embargo, es también cotidiano decir que un tema ya se hizo o está demasiado contado. Es ahí donde las realidades se van convirtiendo en paisaje, lo cual es nefasto cuando a nuestro alrededor hay violaciones a los derechos humanos, abusos, o incluso historias que habrían valido la pena ser contadas. Aquí algunas premisas que podrían dar pie a nuevas historias.

▪️ En cuanto a migración hay temas muy contados, pero no historias muy contadas. El punto de vista que cada autor o equipo periodístico puedan imprimirle a trabajo resulta único e irrepetible. Es importante primero conocer la caracterización de la población venezolana en Colombia (disponible en la página de Migración), ubicarla e ir hasta los lugares físicos en los que se encuentran. La reportería en terreno comenzará a dar luces sobre algunos personajes como puntos de partida.

▪️ Decir que una historia de migración ya está muy repetida sería como afirmar que un homicidio no se cubre hoy porque ayer también mataron a alguien o que no se publicarán las incidencias de una elección presidencial porque posiblemente será muy parecida a una anterior. A la vuelta de algunas décadas, la migración venezolana en Colombia habrá de recordarse como uno de los acontecimientos más importantes y con mayores consecuencias para el país. Valdría la pena preguntarse dentro de diez años: ¿qué hice yo como periodista mientras ocurría un episodio que nos terminó de cambiar para siempre? Los periodistas tienen una responsabilidad ineludible con la historia.

▪️ La maestra María Teresa Ronderos solía decir en la redacción de la revista Semana que los periodistas no deberían dividirse el cubrimiento de los temas por fuentes sino por procesos. Solo así se pueden ir siguiendo pistas y patrones para desembocar en historias verdaderamente novedosas. Esto propicia también el manejo adecuado de los términos de las complejidades que encarna un tema como la migración.

▪️ Más allá de las fuentes oficiales, acudir con frecuencia a las organizaciones y fundaciones que atienden migrantes resulta útil a la hora hallar temas. Ellos, como nadie, comprenden la migración desde las historias de carne y hueso y desde los procesos y dificultades con las que se topa un migrante a su paso por Colombia.

12. Un uso inadecuado del lenguaje es una puerta de entrada a la xenofobia:

Si todavía piensan que las palabras no matan —decía Fernando Savater— entonces piensen en estas: «¡Apunten, fuego!». Por eso es clave hacer autoexámenes en las redacciones sobre el lenguaje que se usa a la hora de cubrir la migración, como se decía líneas atrás.

Sin embargo, más allá de los medios de comunicación la xenofobia existe y se presenta, con todos los dientes de su boca, en las calles colombianas. Panfletos amenazantes, agresiones físicas y asesinatos son algunos de los hechos que se han presentado en los últimos años a raíz de la migración. ¿Cómo combatirla? Si hay algo que caracteriza a la xenofobia es el miedo a lo desconocido, ese mismo que se termina traduciendo en actos de odio, recelo o rechazo a un extranjero.

El género del análisis es una de esas herramientas que le hacen frente a la xenofobia. Analizar es explicar, dar contexto y mostrar la realidad a través de ejercicios de abstracción que pueden hacer que un lector entienda por qué se da la migración y cuáles son las razones por las cuales esta no es sinónimo de inseguridad o de amenaza.

Es preciso saber que la xenofobia está atada a la aporofobia, aquel término acuñado por Adela Cortina que hace referencia al rechazo a los pobres. La xenofobia va de la mano de la aporofobia y viceversa. Es aquí donde el periodismo puede ayudar a correr velos y a descubrir lo que hay detrás de este tipo de fobias en la condición humana. La migración, y ese será un fin loable del periodismo, es una oportunidad: no solo para el país, sino para contar mejores historias. En cuanto a migración aún está todo por hacer.

Referencias
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