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Cap1

Por Camila Esguerra Muelle
Fotografía: Diego Pérez
INTRODUCCIÓN
En este capítulo haré algunas reflexiones sobre las políticas de la representación de las migraciones en el periodismo y, en general, en los medios de comunicación.
Cuando hablamos de políticas de la representación nos referimos a lo que se pone en juego, en el campo de los medios de comunicación, para quienes, en este caso, son representados —las y los migrantes—y cuál es el papel de quienes se encargan de representar las historias de otras personas —las y los periodistas—. También se trata de desestabilizar estos roles fijados por las condiciones de producción de la información y los discursos. Hablar de políticas de la representación es hablar de cómo a través de los discursos que construimos se mantienen o se transforman las estructuras de poder desde donde se producen los fenómenos migratorios y con las que los migrantes se tienen que enfrentar.

En el primer apartado daremos una mirada a las dificultades para conceptualizar nociones como movilidad humana, migración, migrante y refugio y refugiado, y cómo podemos complejizar las representaciones periodísticas desde un análisis crítico de esas conceptualizaciones.

Luego, veremos cómo esas representaciones periodísticas están permeadas, a veces de manera consciente, otras no, por teorías sociales y sobre las migraciones ampliamente discutidas e incluso rebatidas. Haremos una reflexión sobre qué es la representación y cómo los discursos gráficos, escritos visuales y audiovisuales, en últimas, multimodales del periodismo tienen capacidad performativa, es decir, cómo los discursos periodísticos contribuyen a crear realidades no solo simbólicas —en el plano discursivo—, sino también materiales, que afectan la vida y el día a día de la gente a la que representan.

Por último, propondremos una aproximación crítica y problematizadora de esas representaciones para poner sobre la mesa algunas herramientas teóricas que pueden ayudarnos a construir mejores representaciones, o si se quiere, mejores ficciones, de las migraciones y de las y los migrantes. Para ello abordaremos la discusión de cómo la interseccionalidad (Esguerra Muelle y Bello Ramírez, 2014; Hill Collins, 2000; Viveros Vigoya, 2016) puede sernos útil a la hora de hablar sobre sujetos complejos, atravesados por la clase, el género, la raza, la capacidad física, mental y sensorial, la edad, el origen, la etnicidad, la sexualidad, entre otros.

DEFINIR Y REPRESENTAR LAS MIGRACIONES Y A LAS PERSONAS MIGRANTES
Elaborar un glosario cerrado sobre términos asociados a la migración no es el objetivo de este capítulo, sino más bien problematizar cómo los significados que se dan a ciertos conceptos y cómo los discursos crean una política de las representaciones de este fenómeno. En años recientes constantemente oímos hablar de migrantes económicos, también de migrantes forzados y de migrantes voluntarios. Sin embargo, esta manera de conceptualizar a las y los migrantes, que deviene de teorías economicistas de los siglos XIX y XX, deja por fuera muchas realidades que estas personas enfrentan; hace que el análisis sobre las migraciones resulte plano y acrítico y que repita, una y otra vez, ideas que no contribuyen a entender de manera compleja el fenómeno y sus implicaciones. Por ello planteo las siguientes consideraciones:
1. En primer lugar tenemos que considerar que las personas migran por muy diferentes causas que se entretejen, de manera simultánea o secuencial, en una misma trayectoria migratoria individual o colectiva: una persona puede migrar porque es perseguida por su identidad sexual, por ejemplo, por ser lesbiana y a la vez porque no consigue trabajo por ser joven y mujer y, luego, querer migrar porque se enamoró de una persona que vive un lugar distante. Por otro lado, también debemos considerar que esas causas pueden o no ser reconocidas o hechas conscientes por parte de las personas que migran y, por último, que la decisión de migrar casi nunca es una decisión meramente racional, perfectamente estudiada, como algunas teorías economicistas lo proponen.

2. En segundo lugar es importante entender que en la trayectoria experimentada en carne y hueso por las personas y colectividades no hay una distinción tajante; por ejemplo, entre ser migrante voluntario o involuntario, o entre el desplazamiento interno o transfronterizo, sino más bien una experiencia de continuo.

3. En tercer lugar, las causas de la migración siempre son políticas, incluso las causas naturales de la migración siempre están asociadas a factores antrópicos. A partir de la conceptualización acrítica que se ha hecho de la migración se han establecido diferenciaciones binarias mecánicas entre migración voluntaria —a la que se asocian, erróneamente, los mal llamados migrantes económicos, fomentando la idea de que no hay nada de político en algunos tipos de migración— e involuntaria, desplazamiento interno y migración forzada internacional, migración interna e internacional, migración internacional voluntaria y refugio, o no se hace una representación adecuada sobre el hecho de que fenómenos como el tráfico humano o la deportación, el ser apátrida, el desplazamiento intraurbano o intrarrural, e incluso el turismo están ligados a la migración: lo que veremos es que en las trayectorias migratorias individuales y colectivas hay un continuum entre unas formas y otras, estas formas están solapadas o se suceden de manera circular o en espiral.

4. En cuarto lugar propongo considerar cómo las definiciones cerradas que hacen los Estados y los organismos supraestatales usualmente no contribuyen con análisis y comprensiones más complejas del fenómeno y no permiten hacer una representación justa de las y los migrantes ni transformadora del fenómeno migratorio. Debemos por lo tanto complejizar esas definiciones.
Iniciemos dando una mirada a conceptos como movilidad humana y migración. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) define la movilidad humana como «la movilización de personas de un lugar a otro en ejercicio de su derecho a la libre circulación». Se trataría de «un proceso complejo y motivado por diversas razones (voluntarias o involuntarias), que se realiza con la intencionalidad de permanecer en el lugar de destino por periodos cortos o largos o, incluso, para desarrollar una movilidad circular. Este proceso implica el cruce de los límites de una división geográfica o política, dentro de un país o hacia el exterior» (CEAR, s. f).

Detenernos en esta definición nos obliga a cuestionar que la libre circulación es uno de los derechos puestos en entredicho con más frecuencia por la institución de fronteras, primero, a través del establecimiento de los Estados-Nación —que paradójicamente son las unidades en las que, en teoría, se realizan los derechos— y, segundo, mediante políticas migratorias, económicas, militares y de seguridad dirigidas a regular esas fronteras mediante el control de la libre circulación. Esta es, sin duda, una de las grandes paradojas de los Estados liberales.

Sabemos, además, que las fronteras no son solo interestatales, pues en el marco del irresuelto conflicto social y armado en Colombia, hace ya muchos años empezamos a escuchar de las fronteras invisibles en las ciudades, así como de numerosos casos de confinamiento (Sánchez Parra, 2018) y de desplazamiento interno, intraurbano, intrarrural y transfronterizo. Al mismo tiempo, somos testigos del fenómeno de externalización de las fronteras mediante dispositivos legales, como en el caso de la Unión Europea, o ilegales como el de la incidencia de ‘los Zetas’ en el corredor migratorio centroamericano, en particular en México. Como señala Zapata-Barrero (2016, p. 41), citando a Kymlicka:

La teoría política no ha reflexionado suficientemente sobre el concepto de frontera. Esta ‘conspiración de silencio’ resulta sumamente relevante, puesto que es a través de una reflexión sobre las fronteras como aflora la mayoría de las incoherencias de la teoría política liberal (Kymlicka, 2001, p. 250). Sorprende constatar, por ejemplo, que la noción de ‘frontera’ ha sido durante mucho tiempo un concepto-supuesto en los debates actuales sobre la inmigración.
“ No hay una convención jurídica ni menos social universal de lo que significa ser migrante, pues cada Estado, en el marco de sus políticas define —o no— lo que es ser migrante, así como las sociedades, colectividades e individuos definen el ser migrante y la migración”
Por otro lado, no hay una convención jurídica ni menos social universal de lo que significa ser migrante, pues cada Estado, en el marco de sus políticas define —o no— lo que es ser migrante, así como las sociedades, colectividades e individuos definen el ser migrante y la migración —y otras categorías asociadas— de maneras cultural, histórica y políticamente situadas. La Organización de Naciones Unidas, ONU, la Organización Internacional para las Migraciones, OIM, y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH, por citar algunas de las instancias de sistemas internacionales de derechos humanos, definen migrante de múltiples maneras, veamos algunas de las conceptualizaciones disponibles en línea:
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) designa a un migrante como cualquier persona que se desplaza o se ha desplazado a través de una frontera internacional o dentro de un país, fuera de su lugar habitual de residencia independientemente de: 1) su situación jurídica; 2) el carácter voluntario o involuntario del desplazamiento; 3) las causas del desplazamiento; o 4) la duración de su estancia. (ONU, s. f.)
Esta primera definición no limita la temporalidad de la migración, sino que habla de personas que en algún momento se han desplazado de su lugar de residencia habitual. Si desligamos la temporalidad de las causas, nos enfrentamos a una definición demasiado vaga que incluso podría incluir el turismo como una forma de migración. Esto también es posible verlo en la siguiente definición.
Término genérico no definido en el derecho internacional que, por uso común, designa a toda persona que se traslada fuera de su lugar de residencia habitual, ya sea dentro de un país o a través de una frontera internacional, de manera temporal o permanente, y por diversas razones. Este término comprende una serie de categorías jurídicas bien definidas de personas, como los trabajadores migrantes; las personas cuya forma particular de traslado está jurídicamente definida, como los migrantes objeto de tráfico; así como las personas cuya situación o medio de traslado no estén expresamente definidos en el derecho internacional, como los estudiantes internacionales. (OIM, s. f.) 
En esta definición encontramos una insistencia en hablar de trabajadores migrantes o migrantes económicos, como si esta categoría pudiese realmente dar cuenta de la complejidad de las trayectorias de quienes migran, siempre por múltiples causas imbricadas en su historia personal y colectiva. Además asume de manera tácita que no hay un trasfondo político y violento en la llamada migración económica, en este sentido debemos entender que la no garantía de derechos, como al empleo digno, es estructurante y estructural del continuum de violencias asociado a la migración.

Aunque estos organismos reconocen la multicausalidad de la migración, en sus definiciones parecen atribuir causas únicas a trayectorias individuales y no consideran, con el uso de la categoría migrante económico, por ejemplo, la trama de motivos muy diversos que puede tener una misma persona para migrar. Resulta confusa, en esta definición, la alusión a estudiantes internacionales, que en todo caso se considerarían migrantes, aunque no se defina en el derecho internacional, como tampoco la categoría migrante, tal y como lo subraya la propia definición.

La definición que veremos a continuación es aún más problemática, pues establece que la migración es siempre voluntaria y no deja margen para reflexionar sobre a qué se refiere con ‘voluntaria’; en el estado actual de cosas en el mundo, la migración libre es una excepción. Además suma de manera tácita la idea de que hay una decisión racional y positiva en la migración siempre asociada a la búsqueda de mejores condiciones de vida por parte de un individuo y su familia (da por sentado que todos los individuos cuentan con familia). Por otra parte es imposible concebir que cualquier suceso humano pueda no estar relacionado con factores externos:

A nivel internacional no hay una definición universalmente aceptada del término ‘migrante’. Este término abarca usualmente todos los casos en los que la decisión de migrar es tomada libremente por la persona concernida por ‘razones de conveniencia personal’ y sin intervención de factores externos que le obliguen a ello. Así, este término se aplica a las personas y a sus familiares que van a otro país o región con miras a mejorar sus condiciones sociales y materiales y sus perspectivas y las de sus familias. (OIM, Misión en Colombia, s. f)
La siguiente definición de la OIM, que establece que la migración se da solo en ocasión del cruce de una frontera administrativa o política, dejaría por fuera la migración intraurbana o intrarrural, a menos que logre establecerse que se ha traspasado una frontera administrativa. Estas definiciones, además, presumen una noción de frontera fija, que no da cuenta, por ejemplo, de las zonas transfronterizas.  
La migración es definida como el movimiento de una persona o grupo de personas de una unidad geográfica hacia otra a través de una frontera administrativa o política con la intención de establecerse de manera indefinida o temporal en un lugar distinto a su lugar de origen (OIM, Misión en Colombia, s. f.)
También resulta difusa la definición de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (2015, p. 67); asimismo, en esta y las anteriores definiciones no se encuentra referida la situación de transnacionalidad que una inmensa mayoría de trayectorias migratorias suponen y que revisaremos más adelante.
(…) la Comisión utilizará el término ‘migrante internacional’ para referirse a toda persona que se encuentre por fuera del Estado del cual es nacional; y ‘migrante interno’ para referirse a toda persona que se encuentre dentro del territorio del cual es nacional, pero por fuera del lugar en el que nació o donde reside habitualmente.
Pensemos ahora en otras categorías muy problemáticas como la de ‘refugiado’ —recordemos que, en el 2016, Colombia fue el principal país de origen de refugiados en América Latina y el Caribe, la mayoría acogidos en Venezuela y Ecuador (OIM 2018, p. 88)—. Cuando hablamos de refugiados nos referimos a una delimitación jurídica establecida por la ONU (Acnur, 1979) que se refiere a: 
Una persona que califica para la protección de las Naciones Unidas proporcionada por el Alto Comisionado para los Refugiados (Acnur), de conformidad con el Estatuto del Acnur y, en particular, con las resoluciones posteriores de la Asamblea General que aclaran el alcance de la competencia del Acnur, independientemente de si se encuentra en un país que es parte en la Convención de 1951 o el Protocolo de 1967, o contempladas en un instrumento regional de refugiados relevante, o si su país de acogida lo ha reconocido como refugiado en virtud de cualquiera de estos instrumentos.
Por otra parte, la Convención relativa al Estatus de los refugiados (ONU,1951) define refugiado como una persona que:
(…) debido a un temor fundado de persecución por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un grupo social u opinión política en particular, se encuentra fuera del país de su nacionalidad o, debido a tal temor, no está dispuesto a valerse de la protección de ese país; o quien, no teniendo una nacionalidad y estando fuera del país de su residencia habitual anterior como resultado de tales eventos, no puede o, debido a tal temor, no está dispuesto a regresar a ella.
Estamos frente a dos definiciones que muestran que quien establece quién puede caber en esta categoría y quién puede ser protegido son los organismos nacionales y supranacionales, que a su vez mantienen políticas securitistas alrededor del fenómeno migratorio, es decir, que consideran que la migración es un problema de seguridad. Según CEAR (s. f. a), en 2018, en el mundo hubo un aumento muy significativo de peticiones de asilo, sin embargo, España, por mencionar un caso, rechazó 3 de cada 4 solicitudes de asilo y se acumularon más de 78 000 solicitudes pendientes de resolver.

De otra parte, no se habla de una categoría de gran importancia política: el exilio. Esta categoría no es definida por los organismos supranacionales que prefieren hablar de asilados o de solicitantes de asilo, que serían, de acuerdo con la ONU, las personas que buscan protección internacional, pero a quienes no se ha concedido. Aquí hay que considerar que una enorme mayoría de personas que huyen de sus países por causas políticas, sociales y económicas complejas y entreveradas no inician nunca el trámite formal de solicitud de asilo, ya sea por desconocimiento o desconfianza en el sistema que, en todo caso, una vez otorga el reconocimiento, somete a las personas a una serie de restricciones de derechos en cuanto a movilidad, empleo, etcétera.

Pensemos ahora en la definición de migrante ambiental dada por la ONU (s.f.): 

Persona o grupo de personas que, principalmente, por cambios ambientales repentinos o progresivos que afectan de manera negativa su vidas o condiciones de vida, se ven forzados a dejar sus lugares de residencia habitual temporal o permanentemente y que se mudan dentro o fuera de su país de origen o residencia habitual.
Lo que habría que considerar aquí en un contexto general y de ‘determinaciones sociales de la salud’ (Breilh, 2013), es que, debido a los cambios ecosistémicos producidos por políticas humanas, cualquier migrante ambiental sería un migrante por motivos políticos, un desplazado o exiliado. En otras palabras, es difícil pensar en un cambio ambiental que no esté asociado a la actuación humana, ya sea porque lo produce directa o indirectamente o porque no hay una atención adecuada de las personas afectadas por dichos cambios.

A lo largo de mi investigación sobre migraciones de personas latinoamericanas y caribeñas en España, llevada a cabo por cerca de diez años, algo me quedó claro y es que el término migrante tiene un uso común, es decir, socialmente aceptado en ese país para designar a personas que proceden del sur global que tienen una marca racial, es decir, no-blancos y a quienes se considera ‘pobres’. Dentro de estas personas estarían tanto latinoamericanos como caribeños, ciertos asiáticos y africanos y europeos del Este. Sin embargo, muy distinta es la definición que el Estado español hace de Migrante (1). Por otro lado, se llama comúnmente ‘extranjeros’ a migrantes del norte global, blancos; más exactamente estadounidenses, canadienses y europeos occidentales. Esta definición social conlleva implícitas formas simbólicas de racismo, xenofobia y aporofobia (Cortina, 2017) e incluso de misoginia o transfobia.
1 Un inmigrante es una persona de la vivienda [hogar en España] que ha nacido en el extranjero, es mayor de 15 años y vive en España (o tiene intención de hacerlo) desde hace un año o más tiempo. (Se excluye el caso de españoles de nacimiento nacidos fuera de España que en el año de llegada a España tenían menos de 2 años). (INE 2008)
Es entonces imposible y sobre todo inoficioso tratar de llegar a definiciones cerradas sobre lo que significa cada palabra, del, por demás, amplio diccionario de términos relacionados con la migración y la movilidad humana.

Las y los periodistas tienen la tarea de escuchar y poner en conversación las diferentes formas de representación sobre las y los migrantes y del fenómeno de las migraciones implícitas en estas categorías y entender que la definición de lo que es un migrante, un refugiado, un exiliado o un deportado no es solo un tema jurídico ni objetivo, sino que el campo de estas definiciones es un espacio en contingencia, porque precisamente lo que se juega en dicho campo es el lugar político de los sujetos, actores y agentes de la migración, es decir, la manera como son representados.

Según Stuart Hall (1997, p. 2), la representación «significa usar el lenguaje para decir algo con sentido sobre o para representar de manera significativa el mundo a otras personas». En general, entiendo por representación el uso de lenguajes y modos de comunicación para referirse a una cuestión determinada, es decir, para traer al presente espacio-temporal algo que, en tanto representado, se ve involucrado en una relación de tensión entre sujeción o subjetivación. Asimismo abordo la representación como el proceso de ‘hablar por’ (representación ventrílocua) o ‘en nombre de’, así como en la acepción de puesta en escena que liga el proceso de representación con el de performatividad y de agencia. (Esguerra Muelle, 2015).

En este marco de la representación no importan tanto las definiciones de glosario como la comprensión de por qué están ocurriendo los procesos migratorios contemporáneos y cómo ha sido el devenir histórico de las migraciones. Es mucho más importante comprender cómo el fenómeno migratorio contemporáneo está relacionado, por ejemplo, con los procesos (neo)coloniales y de globalización, que ocuparse de definiciones abstractas. En la comprensión de cómo se relacionan colonización, globalización y migración encontraremos claves para entender por qué, por ejemplo, en este momento es muy difícil hablar de ‘migraciones voluntarias’ o ‘libres’ mientras asistimos a un escenario de despojos y gentrificación, con cara de ‘desarrollo’ o de seguridad fronteriza, que generan movilidad humana forzada —opuesta al derecho de permanecer, pues si circular es un derecho, permanecer también—, cierre de fronteras, expulsiones en caliente, retorno involuntario, deportaciones, en fin.

Cuando escribimos desde el periodismo o la academia sobre las y los y, cabe decir, lxs migrantes, estamos haciendo una representación de estas personas y colectividades. 
REPRESENTACIONES ESCRITAS Y VISUALES
En este apartado vamos a hacer un breve análisis de cómo algunas ideas e incluso teorías incubadas en el siglo XIX e inicios del siglo XX están presentes en algunos de los discursos periodísticos del siglo XXI, y en general cómo las representaciones están a atravesadas por esas nociones.
Primer ejemplo: hay numerosísimas notas periodísticas que se encargan de reforzar la idea de que las personas migrantes son un peligro, bien sea porque las señalan como proclives a conductas criminales o las representan como un riesgo en términos de salud o desempleo. Por ejemplo, la escueta nota de Caracol Radio-Cúcuta (2017) titulada ‘Llegada de venezolanos dispara contagio de enfermedades de transmisión sexual’ (2) en la que, sin fuentes claras ni contrastadas, se hace una aseveración que tiene consecuencias de estigmatización evidentes. En esa nota se señala a las y los venezolanos como personas contaminantes y como un riesgo para la salud de la población colombiana, sin investigación profunda, sobre, por ejemplo, cómo han variado las tasas relativas a infecciones de transmisión sexual en la región, a partir de la comparación de distintos periodos de referencia. La nota promueve el lugar común en la representación de que las mujeres son quienes mayoritariamente se dedican al trabajo sexual. Nos propone un entrelíneas y es que son las y los venezolanos los que tienen e inducen comportamientos irresponsables en el ejercicio de la sexualidad, además de prefigurar a Venezuela como un país en el que pareciera haber una crisis epidémica o endémica de infecciones de transmisión sexual. 
Otro ejemplo es la nota de RCN Radio (2018) titulada ‘Banda de venezolanos atracó a diez pasajeros en bus de Transmilenio’
(3) que pone de relieve la nacionalidad de los atracadores a quienes describe como «con marcado acento venezolano» sin hacer la debida referencia, por ejemplo, a que esta modalidad de atraco tiene lugar en la capital del país desde antes de la llegada de personas venezolanas. 
2 Caracol Radio-Cúcuta, 9 de agosto del 2017, ‘Llegada de venezolanos dispara contagio de enfermedades de transmisión sexual: Los (sic) fundaciones han lanzado la alerta’.Disponible aquí.

3 RCN Radio- Bogotá, 29 de julio del 2018, ‘Banda de venezolanos atracó a diez pasajeros en bus de Transmilenio’.Disponible aquí.
Este tipo de artículos, en los que se destaca la nacionalidad de quienes presuntamente cometen delitos, ha sido reproducido en muchos medios de comunicación en la región y el mundo; es una práctica muy común extendida desde hace décadas, en particular en los llamados países desarrollados, adonde llega solo el 16 % de los refugiados de todo el mundo (Acnur, 2018, p. 2). También sabemos que en el entorno digital hay una serie de estrategias para posicionar las notas en la lista de resultados de distintos buscadores de internet a partir de ‘palabras claves’, así, ciertos contenidos digitales son predefinidos como relevantes y terminan por ser los de mayor consumo. Por ejemplo, la palabra clave ‘venezolanos’ asociada a actividades delictivas, enfermedad, desempleo genera un tamiz de lo que leen con más frecuencia las personas en los entornos virtuales; esto crea una saturación y, a partir de allí, una representación de cómo son esas personas que migran.

Estas representaciones coadyuvan discursos securitistas estatales y supraestatales que ven la migración como un problema de seguridad nacional y también como una amenaza para el bienestar. Lo que está ocurriendo en la actualidad es que muchos gobiernos y campañas electorales alrededor del mundo y en Colombia representan a las y los migrantes como un enemigo público externo causante de desempleo, pobreza, delincuencia, inseguridad, enfermedades y contaminación cultural, entre otros. En la nota ‘“Duque asegura que la migración venezolana ha acrecentado el desempleo en Colombia” (2019) )
(4) es claro cómo, dada la ausencia de investigación que permita contrastar la versión dada por un mandatario, los medios de comunicación terminan replicando discursos oficiales que pueden promover la xenofobia.
4 El país.com.co- Colombia, 6 de agosto del 2019, ‘Duque asegura que la migración venezolana ha acrecentado el desempleo en Colombia’.Disponible aquí.
Así, los medios de comunicación en algunas oportunidades contribuyen a crear un ambiente de alarma en el que la migración es mostrada como un hecho excepcional que conlleva un estado de emergencia en el que una sociedad parece estar en un inquietante riesgo por la llegada de personas que son consideradas invasoras y, en consecuencia, una amenaza social, cultural, política y económica. Hablar de crisis migratorias resulta alarmante; por el contrario, los medios de comunicación podrían contribuir a mostrar que la construcción de todas las sociedades, en muy diferentes momentos de su historia, han estado atravesadas por las migraciones.

Es entonces primordial la reflexión sobre cómo los medios de comunicación contribuyen, en algunos casos, a reforzar la representación de las y los migrantes como vidas que no importan. Este tipo de representaciones de las personas migrantes contribuye a generar distanciamiento, extrañamiento y deshumanización y, por tanto, ausencia de empatía y sentido de responsabilidad humana respecto a las personas que migran, vistas como un otro radical, como un extraño incomprensible, opuesto, lejano. 
Segundo ejemplo: pasemos ahora a la controvertida columna titulada ‘Paren de parir. Gobierno debe hacer control de la natalidad en venezolanos una prioridad de su estrategia migratoria’, de la periodista Claudia Palacios (2019) (5) (6).

5 El Tiempo, Opinión 12 de junio del 2019.Disponible aquí.
6 Para hacer un contraste de representaciones les propongo la lectura de una nota de la Silla Vacía Académica, elaborada a partir de mi investigación.Disponible aquí.
La columna desconoce derechos de niñas, niños y mujeres migrantes —muchas de ellas colombianas retornadas a quienes el Estado colombiano, en muchas ocasiones, no les garantizó sus derechos— y conmina al gobierno a asumir una política excluyente basada en la raza, la nacionalidad, la condición social y el género.

Propone medidas para un grupo marcado por su origen, con una etnicidad determinada por la nacionalidad, y asume que este grupo tiene unas características que lo homogenizan, a la vez que estigmatiza la venezolanidad, algo que, como efectivamente ocurrió, puede interpretarse como un discurso racista y xenófobo. Asume, además, que todas las personas migran sin ningún tipo de capital simbólico, económico, jurídico material, etc., es decir, las empobrece mediante un discurso aporofóbico. Por otra parte, hace una lectura de las mujeres no como agentes, sino como objetos de políticas reproductivas o antirreproductivas, es decir, propone una mirada eugenésica —cercana a las ampliamente denunciadas campañas de esterilización de mujeres de ciertas colectividades indígenas, por ejemplo, en Perú— para controlar la natalidad de venezolanos en nuestro país.

El artículo revive teorías de finales del siglo XVIII —como el maltusianismo—, y de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX —el neomaltusianismo y la eugenesia— para justificar la aseveración de que 20 000 niñas y niños hijos de venezolanos son una amenaza; desconociendo que en Colombia la nacionalidad se rige también por el Ius Soli (artículo 96 de la Constitución Política de Colombia, acto legislativo n.° 1 de 2002, Resolución 8470 del 5 de agosto de 2019
(7) ). Crea entonces una representación de un sujeto sin capacidad de agencia. Este sujeto no es solo mujer o venezolana, sino que es representado —mediante el cruce de sistemas género, clase, raza, etnicidad, origen— como mujer-paridora-venezolana-pobre.

La columna no analiza que el empobrecimiento endémico en Colombia no es causado por esos 20 000 niños y niñas. Tampoco tiene en cuenta que los Estados, ni las naciones ni las personas pueden negarse a la realización de los derechos reproductivos, que son derechos humanos. Derechos que implican decidir si se tienen o no hijos y en qué circunstancias.
Tercer ejemplo: las y los niños ahogados en el Mediterráneo son una de las más escalofriantes formas de representación periodística, no solo por el contenido de las imágenes, sino por las políticas de representación que hay detrás de esas imágenes. Me hago las siguientes preguntas: ¿por qué se insiste en mostrar de manera mórbida, casi complaciente, los cadáveres de estos niños, no blancos y no los rostros de personas, sociedades e instituciones responsables de esa tragedia? ¿Por qué frecuentemente se sobrerrepresenta la tragedia de personas con marcas raciales —no blancas— y marcas de origen del llamado sur global? ¿o por qué las representaciones mediáticas insisten en exponer a personas y colectividades con identidades marcadas de género —mujeres, personas trans y no binarias—; de edad —niñas, niños, jóvenes, ancianas, ancianos— de origen —migrantes— etcétera?

A veces pienso que estas maneras de representación, en específico las imágenes de niños ahogados en el Mediterráneo, envían un mensaje muy siniestro: las políticas de seguridad y de resguardo de las fronteras se pondrán en marcha incluso por encima de la vida de los más inocentes y subordinados. Famosa es la foto de Aylan encontrado muerto en una playa turca, el 2 de septiembre del 2015, uno de los cientos de niños migrantes ahogados en el Mediterráneo, desde el 2014.

Una foto análoga a la de Aylan fue tomada el 24 de junio de 2019 a orillas del río Bravo. Se trata de Valeria, una niña que junto con su padre, Óscar Alberto, yacen ahogados, también bocabajo
(8). Aunque la noticia publicada por el New York Times hace uso de la foto para hacer una crítica a la política migratoria de EE. UU., nuevamente la representación expone a las víctimas como íconos: la sobrerrepresentación, la saturación termina por adormecer la sensibilidad de lectores de textos e imágenes que en últimas terminan por tener una mirada indolente sobre tragedias inenarrables, sino por convertirlos en turistas de noticias que rápidamente se vuelven obsoletas en medio de la vertiginosa e incesante rotativa de informaciones. 
Cuarto ejemplo: el semanario Charlie Hebdo (9) publicó una viñeta en donde se muestra a un Aylan ya adulto persiguiendo a mujeres, esto en alusión a los hechos ocurridos en Alemania el 31 de diciembre del 2015. El exjefe de la Policía de Colonia, Wolfang Albers, aseguró a la prensa que quienes agredieron de forma masiva a mujeres en la ciudad alemana eran «de apariencia árabe o del norte de África»(10) —es decir, usó un aprendizaje de la lectura y la producción de la visualidad racista—. La prensa divulgó esta información, en la mayoría de casos, sin ninguna contrastación. Finalmente se destapó el bulo: solo 3 de los 58 acusados por los delitos sexuales eran solicitantes de asilo (11). En toda esta representación, la voz de las víctimas —mujeres— fue silenciada mientras los responsables de las agresiones no marcados racialmente nunca fueron expuestos.

«¿En qué se hubiera convertido el pequeño Aylan si hubiese llegado a ser mayor?». Charlie Hebdo
(12).
En la imagen se muestra a un Aylan hipersexualizado y bestializado —con cara de cerdo— al lado de la viñeta que alude a la imagen que le dio a la vuelta al mundo del niño ahogado. Unos meses antes, el 7 de enero del 2015, el semanario Charlie Hebdo, como es mundialmente conocido, fue víctima de un atentado. Esto provocó una emocional campaña en redes con la etiqueta Je suis Charlie y una compungida e inmediata reacción por parte de líderes mundiales, en particular, de países de la Unión Europea. ¿Islamofobia? ¿Racismo? Sin duda; Occidente no usa el mismo racero para sus propios muertos, ni recibe la misma indiferencia por parte de las instituciones, sociedades y naciones que se dedica a las niñas y los niños que huyen por el Mediterráneo. La representación es racista y xenófoba, porque las políticas de visualidad y discursivas que hay detrás valoran de manera distinta las vidas de los europeos occidentales blancos y las de los desplazados transnacionales y exiliados del llamado sur global.

A la vez es obvio que, y esto quiero subrayarlo, no se puede pretender aplicar el mismo racero a los tomadores de decisión que establecen las políticas fronterizas y, al mismo tiempo, avances colonialistas en el sur global, que a un pequeño niño víctima de esas políticas de guerra y exclusión fronteriza. No es pues una crítica a un semanario que se dice blasfemo, la blasfemia se aplica a los dioses y a lo sagrado, no a las personas y colectivos a quienes se les arrebata la voz, a quienes se subalterniza y cuya vida está lejos de ser considerada sagrada.

En últimas, este semanario mantiene de manera acrítica, aunque pretenda lo contrario, la islamofobia y la exotización del ‘otro’, construida históricamente por discursos que legitiman el colonialismo y que sitúan a los colonizados —no por casualidad ahora migrantes, refugiados, exiliados— como sujetos a quienes al tiempo se teme y se desea, se hipersexualiza.

En respuesta a este desbalance en las representaciones, por redes sociales circuló la siguiente sátira visual, que expone los rostros de algunos de los responsables de las políticas migratorias securitistas, militares y de externalización de fronteras, aún vivos, por supuesto:
UNA APROXIMACIÓN INTERSECCIONAL Y TRANSNACIONAL
“Considero que el acercamiento entre academia y periodismo es fundamental, porque la academia tiene la responsabilidad de hacer investigaciones y análisis pausados y críticos, y el periodismo, la función de divulgar de manera crítica esos resultados, así como de investigar”.
Por todo lo discutido en los anteriores apartados, es importante que las y los periodistas hagan lecturas a contrapelo, develando las políticas de representación aceptadas y usadas de manera acrítica o, de lo contrario, hacerse cargo de representaciones que profundizan la subalternización, es decir, la negación a escuchar a personas y colectivos dominados, oprimidos, domesticados, excluidos, subordinados.

Para ello, considero que el acercamiento entre academia y periodismo es fundamental, porque la academia tiene la responsabilidad de hacer investigaciones y análisis pausados y críticos, y el periodismo, la función de divulgar de manera crítica esos resultados, así como de investigar. La investigación y la divulgación es nuestro campo común: un campo atravesado por las políticas de las representaciones.
En el campo de la investigación de las migraciones podemos echar mano de teorías complejas que hacen contrapeso a esas teorías decimonónicas que, convertidas en sentido común, siguen permeando los discursos. Propongo, para finalizar, el reto de construir representaciones informadas, complejas y reflexivas a partir de marcos teóricos que constituyen un contrapeso político a discursos que han dado lugar a la paradoja de crear y eliminar al otro (el que no es quien enuncia, el no-blanco, el no-varón, el no-adulto, el no-heterosexual, etc.).

Es necesario un análisis interseccional (Crenshaw, 1991; Esguerra Muelle y Bello Ramírez, 2014; Hill Collins, 2000; Viveros Vigoya, 2016) que comprende que hay una serie de sistemas de opresión y representación como la raza, el género, la etnicidad, la edad, el capacitismo, la clase, que operan de manera simultánea, que se coproducen de manera mutua y que, además, crean sujetos y posiciones en el poder de esos sujetos: la idea de un varón-adulto-migrante marcado racialmente como pobre y peligroso, pero al tiempo como un potencial gran amante (un latin lover) es un ejemplo de cómo el sistema de género, edad, origen, clase, raza y etnicidad interactúan, creando un sujeto y, al mismo tiempo, su lugar en el poder. Es producido así como sospechoso y a la vez hipersexualizado, por tanto objeto de persecución; una mujer-migrante-venezolana-adulta, vista como disponible sexualmente y, al tiempo, como una paridora incontrolable y pobre, es localizada en las relaciones de poder como una mujer sexualmente explotable y, por otro lado, como objeto de las políticas eugenésicas propuestas por la periodista Palacios en la columna ya referida.

Otra perspectiva, que puede ayudarnos a complejizar y hacer representaciones más justas en el campo de las migraciones, es la transnacional. Esta perspectiva pone en cuestión las fronteras, la soberanía, la legislación y las identidades que descansan en la idea de Estado-Nación. El análisis trasnacional permite comprender cómo las y los migrantes mantienen relaciones con los países de origen y destino (Levitt y Glick Schiller, 2004) y cómo crean espacios transnacionales de vida. Se distancia de las teorías tradicionales (la teoría neoclásica, la nueva economía de las migraciones laborales, la teoría de los mercados de trabajos duales y la teoría del sistema mundial) que presentan al sujeto migrante como un «peón pasivo en un juego de grandes potencias y procesos mundiales que se rigen por la lógica de acumulación del capital» (Arango, 2003, p. 18)

CONCLUSIONES
▪️ Necesitamos marcos de representación más adecuados para que las y los migrantes puedan contar y vivir historias más justas. Necesitamos una actitud crítica frente a los discursos visuales, escritos, orales audiovisuales que vemos, escuchamos, leemos y producimos.

▪️ Es importante entender que los discursos que producimos tienen capacidad performativa, es decir, crean cosas, crean realidades, tenemos que saber qué realidades producimos y ser responsables de ello.

▪️ El diálogo entre academia y medios de comunicación es fundamental y no se debe limitar al uso de la academia como una fuente, sino que requiere entablar diálogos fluidos, pero complejos.
Referencias
Cortina, A. (2017). Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío para la democracia. Barcelona: Paidós.

Crenshaw, K. (1991). Mapping the Margins: Intersectionality, Identity Politics, and Violence against Women of Color. Stanford Law Review, 43(6), 1241-1299.

Esguerra Muelle, C. (2015).Mujeres imaginadas: mujeres migrantes, mujeres exiliadas y sexualidades no normativas (tesis doctoral). Universidad Carlos III de Madrid, Madrid, España.

Esguerra Muelle, C. y Bello Ramírez, J. A. (2014). Interseccionalidad y políticas públicas LGBTI en Colombia: usos y desplazamientos de una noción crítica. Revista de Estudios Sociales, 38(49), 19-32.

Guarnizo, L. E. (2006).Migración, globalización y sociedad: teorías y tendencias en el siglo XX. En G. Ardila. (Ed.). Colombia: migraciones, transnacionalismo y desplazamiento (pp. 65-126). Bogotá, D. C.: Unibiblos.

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