El segundo momento llegó después de la muerte de Chávez, durante el primer año de Maduro en el poder, se cambió radicalmente de discurso. El nuevo presidente, a pesar de ser hijo de una colombiana, utilizó el discurso anticolombiano para justificar los dos grandes problemas de ese momento. Por un lado, responsabilizó de la crisis económica en la que empezaba a hundirse el país al contrabando de extracción en dirección a Colombia. Y por el otro, endilgó los fenómenos de violencia que vivía Venezuela al «paramilitarismo colombiano». Durante los años 2014 y 2015, especialmente, los titulares de los medios oficialistas como el Correo del Orinoco destacaban la nacionalidad colombiana vinculada a la actividad delincuencial (Rodríguez e Ito, 2016).
Dado que la cédula de ciudadanía venezolana caduca cada diez años, entre 2013 y 2015, aquellos colombianos regularizados por Chávez se dirigieron a tramitar la renovación de su documento y descubrieron que los funcionarios se negaban a hacerlo. Las autoridades argumentaban que el documento no tenía respaldo en el registro venezolano, que solo era un documento electoral y por lo tanto ya no tenía validez. Lo cual fue particularmente grave, porque es durante este periodo que se establece el acceso a productos de la canasta básica con los últimos dígitos del documento.
En agosto del 2015 Nicolás Maduro decreta la llegada de las Operaciones para la Liberación del Pueblo —OLP— a la zona de frontera. Las OLP significaron un cambio en la dinámica migratoria de Venezuela, 1500 colombianos fueron expulsados y deportados arbitrariamente, y forzaron el retorno ‘voluntario’ de otros 20 000, según las cifras oficiales, y más de 32 000, según las organizaciones que atendieron la crisis humanitaria desencadenada por las medidas del gobierno de Maduro.
2.2 La diáspora venezolana: testimonio del deterioro gradual del país
Se identifican diferentes momentos y motivaciones entre los venezolanos que se van del país. La revolución bolivariana se constituyó como un proyecto político que segregaba los viejos liderazgos partidistas, se estableció lo que denominaron la ‘Quinta República’ haciendo un parteaguas.
Dicha actitud se tradujo en el cierre de los espacios políticos y de participación con aquellos que no estuvieran dispuestos a someterse al nuevo orden chavista. Los viejos líderes políticos que no lograron reinventarse fueron excluidos y se vieron abocados a dejar el país. Desde el exterior alertaron de las pretensiones del chavismo, pero una mayoría electoral ávida de cambios no presentó el menor reparo en sacrificarlos. Una primera salida fue de aquellos políticos que se autoexiliaron por no compartir el cambio constitucional, pero sobre todo la forma en que el chavismo concebía hacer política.
Con ese cambio de la Constitución se permitió al presidente ampliar los temas de las llamadas leyes habilitantes. Aprovechando la mayoría en la Asamblea Nacional Chávez logró que se le diera el poder de legislar directamente sobre diferentes temas y sin participación de la oposición. Las leyes habilitantes existían desde la Constitución de 1961, pero es con la de 1999 que se amplió su espacio de acción, permitiéndole al presidente convertir en ley muchos de sus deseos.
Ello significó la pérdida de la seguridad jurídica en Venezuela, las medidas en diferentes materias, especialmente en las económicas causaron un malestar en la población opositora. La industria petrolera y su funcionamiento fue una de las grandes afectadas, se pasó de un criterio técnico a un criterio político alegando la defensa de los intereses del ‘pueblo’.
El resultado fue una gran movilización opositora que confluyó en manifestaciones, marchas, protestas y una tensión política creciente que no se resolvió, hasta que todo desembocó en el golpe de Estado del 11 de abril. Por primera vez en América Latina una tierra prolija en golpes, asonadas y juntas de gobierno, un presidente depuesto regresaba al poder con un discurso conciliador en el que prometía rectificar el rumbo.
Pero el ánimo de diálogo y conciliación fue rápidamente olvidado, el chavismo amparado en el golpe se radicalizó creando todo un aparataje de persecución política contra aquellos que participaron directamente en el golpe, o que simplemente no apoyaron con decisión a la revolución bolivariana en ese momento. Militares, funcionarios públicos, actores políticos, líderes del sector privado y ciudadanos vivieron la retaliación chavista: «con Chávez todo, sin Chávez nada». Un segundo grupo de exilados escapaba de la ira del presidente.
A ellos se sumaron aquellos que expresaron el deseo de un cambio. En medio de una gran polarización la comunidad internacional liderada por el Centro Carter y la Organización de los Estados Americanos, OEA, impulsaron la realización del referendo revocatorio como fórmula de destrabar la crisis política. En el marco de la recolección de firmas para la convocatoria de dicho mecanismo, el diputado Luis Tascón publicó en internet la lista de los firmantes con lo que creó un instrumento de persecución contra todos a aquellos que solicitaban la celebración del referendo.
Aquel que figurara en la ‘lista Tascón’ perdía su trabajo, el ascenso en el sector público o el contrato con el Estado. Después el instrumento evolucionó en el programa Maisanta, un software que cruzaba los firmantes del revocatorio con los instrumentos de información de los beneficiarios de las políticas del Estado, para negarles el acceso a derechos. En un país tan dependiente de las instituciones estatales esto significó la salida de un número importante de ciudadanos. El tercer grupo que se marchaba mezclaba temas políticos y económicos, pero se dio sobre todo en sectores que tenían capacidad de movilidad internacional y contaban con importantes capitales para reiniciar su vida en el exterior. Un número importante de ellos llegó a Colombia, con inversiones en sectores estratégicos de la industria y del comercio.
Para el 2007 el gobierno de Chávez quiso reformar la Constitución, pero el sector educativo y los estudiantes se opusieron, así propinaron la primera derrota electoral a la revolución bolivariana. Paralelo a esa confrontación un grupo importante de estudiantes venezolanos se fue a otros países para continuar sus estudios, a causa de la violencia y la polarización política. Las universidades colombianas empezaron a registrar la llegada de jóvenes venezolanos.
La diáspora de los jóvenes fue una de las señales más fuertes del deterioro que vivía Venezuela. Lo que en una primera instancia parecía la medida de unos cuantos padres tratando de resguardar a sus hijos de un ambiente peligroso, se fue convirtiendo en un cambio de visión del país. Los jóvenes sentían que en la Venezuela chavista no podrían desarrollar sus carreras y que no tendrían futuro.
Con la desaparición de Chávez y el ascenso de Nicolás Maduro en el 2013 se desencadenó el colapso del país. Las medidas políticas, económicas y sociales tomadas en los años de Chávez, limitaron la capacidad de respuesta del Estado a la caída internacional de los precios del petróleo. El sistema político chavista dependía de los grandes flujos de dinero que le permitían mantener una relación clientelar con el pueblo, así como institucionalizar la corrupción para el ejercicio del poder y controlar los cuerpos de seguridad legales e ilegales.
La crisis venezolana es la conjugación del desmonte de la democracia, la ruptura del monopolio de la fuerza, la pérdida del control territorial, la destrucción del sistema económico, el colapso de la infraestructura de servicios públicos y la ruina del sistema de asistencia social que terminan por desencadenar la salida del país de más de 4,1 millones de ciudadanos en menos de cuatro años, casi el 13 % de su población como resultado de 20 años de malas decisiones.
La expulsión de colombianos y sus familias de la zona de frontera en agosto del 2015 es considerado el inicio de la crisis migratoria venezolana. Si bien se cree que la mayoría de los que salieron durante ese periodo eran colombianos retornados, un porcentaje de ellos también eran venezolanos, o como es frecuente en la zona de frontera contaban con la doble nacionalidad. El Estado colombiano alertó a la comunidad internacional de lo sucedido y buscó llevar el tema a la OEA, pero la influencia venezolana en los países del Caribe evitó que el tema se discutiera en el escenario interamericano.
Posteriormente, el Gobierno venezolano cerró la frontera entre el 19 de agosto del 2015 y el 13 de agosto del 2016. Esta circunstancia dejó en evidencia la dependencia de la población venezolana a los bienes y servicios colombianos, incluso durante dicho periodo un grupo de mujeres rompió el cerramiento de las autoridades venezolanas y cruzaron los puentes para abastecerse en la ciudad de Cúcuta.
La presión obligó a la apertura parcial de la frontera durante los fines de semana a finales de julio e inicios de agosto en el 2016, en ese lapso llegaron a cruzar más de 450 000 venezolanos y se desencadenó la reapertura. Al paso de ciudadanos venezolanos buscando productos en el mercado colombiano, se respondió con la Tarjeta de migración fronteriza, la primera de las medidas temporales asumidas por el Gobierno colombiano para tratar de controlar el fenómeno, 1,3 millones de venezolanos expedirían dicho documento entre el 2017 y el 2018, para agosto del 2019, el último registro, llegó a la cifra de 3,9 millones.
En los últimos cuatro meses del 2016 ingresaron a Colombia 7,1 millones de venezolanos de los cuales regresaron a su país 6,9 millones, con un promedio diario de 50 000 ingresos, lo que obligó a las autoridades colombianas a instalar dos nuevos puestos de control en el puente Francisco de Paula Santander y en Puerto Santander. Así sumarían siete los puntos de control migratorio en la frontera entre Colombia y Venezuela para el 2017: Paraguachón, en La Guajira; el puente Simón Bolívar, en Norte de Santander; el puente José Antonio Páez, en Arauca; Puerto Carreño, en Vichada; Puerto Inírida, en Guainía, y los dos nuevos (Migración Colombia, 2018).
3. Gestión de la migración venezolana en Colombia
3.1 La respuesta colombiana
PMU, TMF, PEP, RAMV, PER-RAMV, PTT, TAM, GEM (7), aceptación de pasaportes vencidos, Gerencia de Frontera, proyecto de ley migratoria, entre otros decretos, circulares, resoluciones y declaraciones son parte de las medidas temporales que han tomado los gobiernos de Juan Manuel Santos, primero, e Iván Duque, después, para tratar de hacer frente al crecimiento exponencial de la migración.